En la primera parte de este artículo se aborda cómo la cultura de la productividad ha generado en el ser humano una desconexión profunda con el descansar. La psicoterapia humanista, señala la importancia de recuperar este espacio como una experiencia de encuentro consigo mismo y en esta segunda parte, invito a profundizar en los efectos emocionales y existenciales de la falta de descanso, también se exploran algunas estrategias terapéuticas para resignificar la pausa como parte fundamental del bienestar.
No descansar no solo desgasta el cuerpo, también empobrece la vida emocional, entre otros aspectos. El cansancio constante se convierte en una neblina que nubla la claridad de los pensamientos, reduce la creatividad y debilita la capacidad de tomar decisiones conscientes en favor de sí mismo y de quienes les rodean. La persona suele entrar en un estado automático, viviendo desde la obligación y no desde la elección.
Desde una mirada humanista, este tipo de vida va en contra de la libertad interior ya que se prioriza vivir de manera congruente, escuchando y respetando las propias necesidades. El cansancio ignorado es en muchos casos la manifestación de una existencia vivida desde el “deber ser” y no desde el deseo genuino, desde el disfrute, es decir el “querer ser”.
Muchas personas temen al silencio y a la inactividad porque les conecta con emociones o pensamientos que han evitado por mucho tiempo, esta evitación forma parte de un proceso de autoengaño que impide no transitar de manera consciente estas emociones y pensamientos lo que puede ocasionar desregulaciones emocionales o impactar en la salud física del individuo.
En terapia, es común que emerja la ansiedad cuando se propone tomar pausas. No es el descanso lo que incomoda, sino lo que puede aparecer en ese espacio vacío y olvidado. Sobre saturarse de actividades da la posibilidad de no ver aquello de lo que hay que hacerse cargo.
La psicoterapia humanista ve ese vacío no como una amenaza, sino como una oportunidad. En el vacío puede encontrarse el verdadero ser, el anhelo postergado, la tristeza no expresada, el deseo ignorado. Por ello, aprender a descansar también implica aprender a estar con uno mismo sin distracciones, a través de la aceptación de todo lo favorable o desfavorable que se encuentre en sí mismo.
Por lo que a continuación se nombran algunas estrategias terapéuticas para lograr una reconciliación con el Descanso:
- Dialoga con la culpa: Explora de dónde surge la culpa por descansar, y a quién pertenece esa voz crítica que exige estar activo todo el tiempo.
- Redefine el valor personal: Reconoce a través de mensajes hacia ti mismo que tu valía no está atada a tu productividad, sino a tu capacidad de ser, sentir y relacionarte auténticamente.
- Ejercicios de autoobservación: Lleva un registro de las sensaciones corporales y emocionales que surgen cuando te permites hacer una pausa, para ir cultivando conciencia y aceptación.
- Crear rituales de descanso conscientes: Establece rutinas sencillas pero significativas (como tomar una bebida caliente en silencio, caminar sin prisa, o escribir en un diario) para resignificar el descanso como un acto de cuidado propio.
Desde la psicoterapia humanista, descansar no es rendirse, es elegir vivir de forma más plena, congruente y humana. Es permitir que el alma respire, que el cuerpo se recupere y que la mente se abra a lo esencial. Descansar no es perder el tiempo, es ganarse a uno mismo.
Acudir a un espacio terapéutico para poder integrar de manera más genuina lo abordado en este artículo también forma parte de una herramienta de autocuidado, y en Psicoterapia Integral Metepec hacemos que este proceso sea mucho más llevadero.
Psic. A. González.