¿Qué repercusión tienen nuestras relaciones sociales en nuestra vida? Mucha. Más de la que creemos seguramente. Nuestra condición de seres sociales nos lleva a desarrollar nuestra existencia alrededor de círculos relacionales o sistemas a través de los cuales vamos configurando nuestra vida. Familia, amistades, compañeros y compañera de trabajo constituyen los distintos sistemas en los que nos movemos a diario, con los que interactuamos en el transcurso de nuestra vida y de los que adoptamos ideas, valores y actitudes que interiorizamos según nuestros propios criterios también. Y es esta adaptación de ideologías y creencias que sonsacamos del exterior, y la interpretación que hacemos de ellas, lo que determinará aspectos, circunstancias y situaciones – más positivas o negativas – en nuestra vida.
En este sentido, la terapia sistémica es la disciplina de la Psicología Humanista que concibe y trata las disfunciones, trastornos y patologías mentales como la manifestación de alteraciones en nuestros patrones relaciones y de comunicación, es decir, dentro de nuestros sistemas. Así, esta disciplina de la psicología apunta que toda la conducta humana, por intencionada que sea, es un producto y consecuencia del ambiente en el que nos movemos: de las opiniones que poseen las personas de nuestros círculos más cercanos – nuestros sistemas – en tanto que en estas opiniones está inherente la interpretación de los hechos de la vida y de las relaciones en si mismas.
Por tanto, nos encontramos frente a una rama de la psicología que no trata al individuo como un ente solo, no, sino que concibe la persona como parte de un contexto social primario, de un sistema base que no es otro que la familia. Las relaciones que se establecen dentro de la familia son determinantes en el desarrollo de las creencias e interpretaciones del mundo y, en especial, la relación con los superiores (padre y madre) determina con énfasis la conducta futura del individuo.
El proceso terapéutico
Así pues, la terapia sistémica se enfoca y fundamenta en esencia en la terapia familiar. En el transcurso de las sesiones, el terapeuta guiará al paciente a desengranar el funcionamiento del sistema, detectando los roles tomados por cada miembro de la familia y la posición que cada uno ha representado en ella. Habiendo resuelto el funcionamiento que ha adoptado la familia como un sistema única, el paciente podrá determinar qué lugar ocupa en el núcleo familiar y que consecuencias tiene ello en su persona: responsabilidades que posee y no le pertocan, relaciones enfermizas, lazos que se confunden, obligaciones que no se le han asignado o funciones de un rol que no es el suyo – por ejemplo, ejercer de padre cuando se es el hijo o tomar el rol de la madre fallecida cuando se es la hija mayor.
¿Cuántas sesiones son necesarias para conocer el funcionamiento del sistema familiar? Como todo en el mundo de la psicología, es relativo y depende en mayor parte del paciente. Cierto es que la frecuencia de las sesiones es menor que las necesarias en terapias de otras disciplinas, pero ello no significa que sean menos o más efectivas: todo depende de la predisposición y trabajo del paciente y de su situación emocional. No obstante, los estudios indican que a partir de la segunda sesión ya empieza a haber progresos evidentes y que en una media de 10 a 14 terapias puede haber una resolución evidente. Cabe tener en cuenta, no obstante, que la comprensión y análisis del sistema que presenta el paciente es quizás la parte más rápida de solucionar. Una vez comprendido el funcionamiento del sistema puede entenderse la raíz del problema que ha llevado al individuo a la terapia, pero su sola comprensión no significa la recuperación total del paciente, en absoluto. Habiendo hecho este paso se podrá ahora actuar sobre el problema y esta parte ya puede ser más o menos lenta de trabajar.