Cómo Ejercer una Maternidad Saludable

Cómo Ejercer una Maternidad Saludable

Es importante comprender cómo establecer una maternidad saludable, puesto que el impacto psicológico de la función materna, que se forma en los primeros años de edad, nos acompaña el resto de nuestras vidas.

La relación materna es la relación que más significado tiene en la vida de todo ser humano. En base a esta relación, se construyen todas las demás relaciones, la forma en como interactuamos con los demás nace de este vínculo materno.

Es ella, la madre, quien en primera instancia cubre las necesidades físicas de supervivencia del bebé, y en esa convivencia, sin darse cuenta, son cubiertas las necesidades psicológicas básicas presentes en toda persona. Esta relación establece los pilares de la personalidad del niño y dará tintes sustanciales con respecto a cómo se relacionará con las demás personas a lo largo de su vida.

La madre alimenta de forma real y simbólica a los hijos, es por ello que cuándo en esta convivencia las necesidades psicológicas no son cubiertas, se crece con carencias emocionales. Durante los procesos, en terapia psicológica, cuando se trabaja con temas de personalidad, autoestima, desórdenes emocionales, heridas de la infancia, miedos, inseguridades, mecanismos de defensa, etc. uno de los puntos importantes a entender es cómo se dio la relación entre madre-hijo, es importante saber el cómo fue nutrido y atendido el niño: si la madre estuvo presente o ausente en las principales vivencias, si lo defendió o acuso, sí lo atendió o lo ignoro, si confió o desconfió de él, si se establecieron buenos o malos tratos, es decir, si la convivencia fue amorosa o violenta, si el hijo fue bienvenido como una recompensa o bendición en la vida o si fue asumido como una carga o desdicha, etc. Las consecuencias de esta interacción dejarán huellas emocionales, que en el caso de ser desfavorables se manifestarán como heridas emocionales.

De manera inconsciente existe una tendencia natural de recordar las experiencias desagradables con mayor frecuencia, en comparación con las cosas positivas que pudieran haberse vivido; lo que lleva al individuo a sacar de contexto y dimensión la experiencia, favoreciendo que se recuerden pasajes de la infancia de forma dolorosa y traumática, conduciendo a la persona a sentir que no fue amada, aceptada y validada de la forma en que esperaba o necesitaba, o bien a sentir que, no fue comprendida como se debía.

El resentimiento que generan estos sentimientos e impresiones, llevan al individuo a colocarse filtros emocionales que distorsionan los sucesos vividos, para poder adaptarse a la realidad sesgada de su percepción. Estos mecanismos de adaptación le permiten, aunque sea por ese momento, ser funcional en su entorno. Sin embargo, cuando se crece, esas medidas de supervivencia desarrolladas en la personalidad, se vuelven ineficientes, complicando la forma de vivir de la persona.

En el adulto, suelen esconderse esas heridas de la infancia, que tarde o temprano salen en la luz en forma rasgos que definen nuestra personalidad y de mecanismos de defensa inconsciente que nos permiten compensar las experiencias dolorosas de la vida; en el adulto se queda oculto el dolor, resentimiento, culpa, coraje, impotencia, tristeza, lo que conduce muchas veces a sentirse solo, desvalorizado o rechazado, llegando incluso a presentar trastornos del estado de ánimo como ansiedad, depresión e ideaciones suicidas, adicciones, entre otros. Si reconocemos este tipo de emociones y logramos ponerlas en un contexto más realista, nos daremos cuenta que estas experiencias dolorosas fueron sólo momentos y que hubo muchos otros momentos buenos que están siendo ignorados; esta comprensión permite sentar las bases para liberar el dolor del pasado y ser resilientes en la construcción de nuevos sentimientos que resignifiquen de forma más positiva las experiencias vividas.

Estas emociones sólo pueden sanarse al hacerlas conscientes para poder reconciliarse con la figura materna y la relación que se tuvo con ella. También es importante ser conscientes de que en el actuar, una madre hace lo que puede desde el nivel de consciencia en el que ella se encuentra, desde sus propias limitaciones y desde los recursos disponibles en ese momento; esta comprensión ayuda a sanar las malas experiencias vividas dentro del vínculo materno. Aceptar las carencias en la historia de la madre, facilita el proceso del perdón, permitiendo liberarse del dolor que tanto ha condicionado en la personalidad del niño ­adulto.

Para ejercer una maternidad sana, la clave está en liberarse de conductas basadas en roles destructivos como el injusto dominio, el abuso, la violencia, el victimismo, el rescate continuo y la sobre protección. Sin lugar a duda, los buenos tratos son la clave sustancial en el sano ejercicio de la maternidad.

“Una madre psicológicamente sana, cuida, acompaña, empodera y educa de forma afectiva y empática, el desarrollo de la completa autosuficiencia en su hijo”, sin importar incluso si este presenta alguna condición o capacidad diferente. Tener una buena intención no basta, hay que centrarse en hacer lo correcto de la forma correcta.

En Psicoterapia Integral Metepec podemos acompañarte para que desarrolles las habilidades adecuadas en el ejercicio de una crianza positiva y satisfactoria. La maternidad o la paternidad no tienen por qué vivirse bajo un continuo desgaste emocional para ti, ni para tus hijos. Si sientes que tu maternidad o paternidad está fuera de control, si vives en constante frustración, si no eres una madre o un padre feliz no dudes en buscarnos, podemos ayudarte.

Psic. Elizabeth Márquez López

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