Reflexionemos lo siguiente: cuando nos duele una muela vamos al dentista, si no podemos ver bien asistimos al oftalmólogo o al oculista según sea el caso, si algo en la piel nos causa malestar recurrimos al dermatólogo, si nos sentimos afligidos o con algún malestar emocional vamos al psicólogo, al menos eso se asume en el imaginario social, pero ¿cualquier psicólogo puede dar terapia? La respuesta inmediata es un rotundo NO. La Psicología es una rama del árbol del conocimiento que a su vez tiene diferentes ramificaciones, líneas o áreas (como usualmente se le conoce) y cada una de ellas estudia algo en específico. De manera muy general se puede decir que existen (más no se limitan a) cuatro grandes áreas. La psicología social, la laboral, la educativa y finalmente, la clínica. Es en esta última donde se inscriben los psicoterapeutas, psicólogos con estudios en psicoterapia (generalmente diplomados, especialidades, maestrías o doctorados) o similares, que tienen por objetivo bridar atención profesional, para promover un cambio en la persona que así lo solicita.
Dentro de las mismas áreas existen a su vez diferentes corrientes, teorías o modelos que se encargan, en principio, de dar explicaciones distintas a un fenómeno o situación para posteriormente tomar acciones en lo sucesivo, con base al mismo modelo. En la Psicología educativa tenemos por ejemplo los modelos cognitivos, conductuales, constructivistas o sistémicos (por mencionar algunos), los cuales, desde su óptica, buscan dar respuestas a los diferentes problemas planteados sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje y todo lo que se relacione con ello. En la Psicología laboral tenemos los modelos racionalistas, de relaciones humanas, de sistemas, entre otros. En Psicología social tenemos por su parte la teoría del interaccionismo simbólico o la teoría de campo.
Hasta aquí queda clara la tendencia en las diferentes áreas de la psicología por dividirse a sí mismas en diferentes corrientes o teorías, pues bien, en la Psicología Clínica sucede lo mismo; existen modelos de explicación y por ende de intervención, para atender los diferentes padecimientos que atraviesa una persona, los cuales emergen de muy distintas y variadas circunstancias, cada persona es un mundo en sí misma y por ende no puede estandarizarse un tratamiento o modo de trabajo único, que garantice resultados favorables para aquellos pacientes tratados por él.
A diferencia de como se emplea la teoría de las diferentes corrientes en las otras áreas, en la clínica, el elemento diferenciador será la Técnica con que se intervenga sobre los distintos malestares, enfermedades o padecimientos que una persona pueda llegar a experimentar. Ahora bien, situándonos en el problema que el título nos invita a reflexionar ¿Cómo saber qué tipo de psicoterapia es la indicada para mí? podríamos decir lo siguiente. Pero primero, pongamos un poco de contexto para que usted, querido lector o lectora, se introduzca en una situación que muy a menudo ocurre cuando llega el momento de considerar acercarse a iniciar un proceso psicoterapéutico. Se llega a psicoterapia por las recomendaciones que algún familiar, ser querido o cercano nos dio de algún psicoterapeuta. Actualmente las redes nos facilitan la búsqueda de espacios que la ofertan, donde a través de comentarios que otros usuarios han hecho del lugar o psicoterapeuta, nos permite tomar una decisión de con quien dirigirnos, pero, se regresa al planteamiento inicial.
Eh aquí donde se complejiza la cosa. Intentemos responder de manera clara. De entrada, una persona que busca un proceso psicoterapéutico bien puede asistir por voluntad propia, es decir, siente que en su vida hay cosas que no marchan del todo bien y ello le esta trayendo problemas y complicaciones en diferentes ámbitos de su vida, o bien puede asistir como condición para otra cosa. En ambos casos se tiene que evaluar el motivo por el que el paciente o consultante asiste y a partir de ahí el propio psicoterapeuta evaluar si su modelo de trabajo se adapta a las necesidades o demandas solicitadas. Aquí tenemos dos posibilidades, que en la primera sesión exista una evaluación diagnóstica por parte del entrevistador, donde a partir de su pericia y ojo clínico pueda discernir sobre la opción más viable para la demanda establecida por el paciente. Por otro lado, la realidad es que el paciente difícilmente tiene la posibilidad de saber que enfoque o corriente le servirá mejor, quizá para ello sea el indicador más efectivo considerar como se sintió desde la primera sesión, si le gustó el trato, si el terapeuta le explicó su forma de trabajo, si cumplió su expectativa imaginaria o no, por mencionar algunas. Incluso considerar si después de un determinado tiempo ha logrado algún cambio en su vida con respecto al motivo inicial planteado y a partir de ahí determinar la efectividad del proceso.
Como podemos observar, dicha interrogante no tiene una respuesta precisa o exacta, solo podemos bastarnos de la comodidad acaecida en la sesión y de si el terapeuta nos brindó la suficiente confianza como para regresar a ese espacio que, dicho sea de paso, debería convertirse en nuestro lugar seguro, puesto que ahí uno va a expresar lo más íntimo que guarda y que difícilmente puede hacerlo en otro lado sin temor a ser juzgado o regañado. Una última reflexión, nunca es tarde para comenzar un proceso psicoterapéutico y no hay que esperar a que todo este mal para considerarlo.
En PIM (Psicología Integral Metepec) contamos con un equipo de trabajo lo suficientemente preparado y capacitado para que puedas acercarte y agendar una cita, encontrarás que no hay mejor inversión en la vida que la que alguien decide hacer para y por sí mismo.
Psic. Misael Fuentes.