La música tiene un poder inigualable para conectar con nuestras emociones. Desde la alegría más contagiosa hasta la melancolía más profunda, las melodías y los ritmos tienen la capacidad de transportarnos a un universo de sensaciones y recuerdos. Nuestra relación con la música es tan cercana, que ésta es capaz de conmover nuestro estado emocional. Nuestro cerebro se ha ido adaptando y a lo largo del proceso ha ido envolviendo a los sonidos como pieza fundamental con la que crear patrones junto a las emociones y así, permitirnos crear nuestro entorno.
¿Cómo funciona esta conexión?
Las investigaciones científicas han demostrado que la música tiene un impacto directo en nuestro cerebro. Cuando escuchamos música que nos gusta, se libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Esto genera una sensación de bienestar y felicidad. Las emociones son las encargadas de convertir los sonidos que percibimos en algo comprensible. Inconscientemente asociamos los sonidos que apreciamos, por tenues que puedan ser, con las emociones. Esta asociación sonido-emoción hace que entendamos las situaciones en las que estamos, permitiéndonos reaccionar acorde a dicha situación. Por ejemplo, podemos detectar la alegría o la tristeza en una persona solo con el sonido de su voz. Es decir, asociamos la tristeza a un tono de voz más bajo y grabe de lo normal y lo opuesto con la alegría. Ocurre lo mismo con la música. Por otro lado, es importante mencionar que la música también puede activar el sistema límbico, la parte del cerebro responsable de las emociones. De esta manera, la música puede provocar alegría, tristeza, ira, miedo, o cualquier otra emoción que el compositor haya querido plasmar en su obra.
Cabe señalar también que al escuchar música se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y de la empatía. Son las zonas donde están las neuronas espejo que actúan reflejando las acciones e intenciones de los otros como si fueran propias. De esta forma podemos sentir el dolor de los otros, su alegría o su tristeza. Quizás por esto la música es capaz de alterar nuestras emociones y crear lazos sociales; porque nos permite compartir sentimientos.
Más allá del sonido
La experiencia musical no se limita a las emociones básicas. La música también puede evocar recuerdos, crear asociaciones y despertar la imaginación, es decir, la música también tiene la capacidad de transportarnos a través del tiempo. Una melodía familiar puede desencadenar recuerdos y emociones de una época pasada, permitiéndonos revivir momentos alegres o nostálgicos, puede ser también un reflejo de nuestro estado interior. Cuando nos sentimos tristes, una canción melancólica puede ayudarnos a conectar con esa emoción y procesarla de una manera más saludable. Al escuchar música con atención, podemos acceder a un estado de introspección que nos permite reflexionar sobre nuestras experiencias, sentimientos y valores. La música puede actuar como un espejo, reflejando nuestras alegrías, tristezas, miedos y anhelos, por otro lado, nos ofrece un espacio seguro para expresar emociones que a veces son difíciles de verbalizar. A través del canto, la composición o simplemente la escucha activa, podemos dar salida a nuestras emociones de una manera sana y creativa.
En conclusión, se puede decir que la música es un poderoso instrumento que nos permite conectar con nuestras emociones, expresar sentimientos y crear un vínculo con los demás. Su capacidad para influir en nuestro estado de ánimo la convierte en una herramienta invaluable para mejorar nuestra calidad de vida.
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Psic. Misael Fuentes.