La adolescencia, ese puente entre la infancia y la adultez, es una etapa de transformación, de exploración, de búsqueda de identidad y de independencia, también un momento de particular vulnerabilidad. El cerebro adolescente, con la corteza prefrontal (responsable del juicio y la toma de decisiones) aún en desarrollo, el sistema límbico (relacionado con las emociones y las recompensas) en plena actividad, crea una combinación biológica que a menudo lleva a la adopción de conductas de riesgo siendo manifestaciones de una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales que merecen una comprensión profunda para poder ser abordadas de manera efectiva.
La neurobiología detrás de la audacia adolescente:
Para entender por qué los adolescentes actúan de forma impulsiva, es crucial mirar dentro de sus cerebros. El cerebro adolescente experimenta un proceso de reestructuración masiva. La mielinización, el recubrimiento de las fibras nerviosas, aún no está completa en las áreas prefrontales, lo que ralentiza la comunicación entre las regiones cerebrales que controlan el autocontrol y las que impulsan la búsqueda de sensaciones. Al mismo tiempo, el sistema de recompensa (conjunto de estructuras y circuitos neuronales que responden a estímulos gratificantes, liberando neurotransmisores) impulsado por la dopamina, está hiperactivo. Esto significa que la gratificación instantánea, el «subidón» de una experiencia nueva o arriesgada, es mucho más potente que la anticipación de una consecuencia negativa a largo plazo.
Esta asimetría biológica explica por qué un adolescente puede saber que es peligroso beber y conducir, pero la emoción de la aventura con sus amigos supera el conocimiento de las posibles consecuencias. Es un «motor» que busca emociones fuertes sin tener un «freno» completamente funcional.
La dimensión psicológica y emocional:
Más allá de la biología, la psicología del adolescente aborda la búsqueda de la identidad, es central en esta etapa. El adolescente se pregunta quién es, a qué grupo pertenece y qué lugar ocupa en el mundo. Esta búsqueda a menudo lo lleva a experimentar con diferentes roles y a desafiar las normas establecidas por sus padres o por la sociedad. Las conductas de riesgo, como el consumo de alcohol, el tabaco, las drogas o las relaciones sexuales sin protección, a veces son vistas como una forma de autoafirmación, de demostrar que se es «diferente» o «adulto».
La necesidad de pertenencia y la presión de grupo también juegan un papel crucial. Los adolescentes son altamente sensibles a la opinión de sus pares. A menudo, las conductas de riesgo se adoptan para ser aceptado en un grupo, para no sentirse excluido o para impresionar a los demás. La percepción de que «todos lo hacen» puede ser una fuerza poderosa, incluso si no es verdad. Además, los adolescentes pueden utilizar las conductas de riesgo como una forma de escapismo o de afrontamiento. El estrés escolar, los problemas familiares, la baja autoestima, la depresión o la ansiedad pueden llevar a un adolescente a buscar en el alcohol o las drogas un alivio temporal o una forma de «sentir algo» cuando se sienten emocionalmente entumecidos.
Factores sociales y ambientales:
El entorno en el que se desarrolla un adolescente es un factor determinante en la adopción de conductas de riesgo. La familia, aunque a veces subestimada en esta etapa, sigue siendo un pilar fundamental. Un ambiente familiar caótico, la falta de comunicación, la supervisión parental inadecuada o el abuso pueden aumentar significativamente la probabilidad de que un adolescente incurra en comportamientos peligrosos. Por el contrario, una relación sólida con los padres, basada en la confianza y el apoyo, es un factor protector.
La disponibilidad y la accesibilidad de sustancias o de oportunidades para conductas peligrosas también influyen. Un entorno donde el alcohol y las drogas son fáciles de conseguir, o donde la supervisión de los adultos es mínima, propicia estos comportamientos. La influencia de los medios de comunicación y las redes sociales también es un factor a considerar. La idealización del consumo de alcohol en series de televisión, la exposición a desafíos virales peligrosos o la presión para mantener una imagen social perfecta pueden fomentar la adopción de conductas de riesgo.
Consecuencias a corto y largo plazo:
Las conductas de riesgo en la adolescencia no son inofensivas. Sus consecuencias pueden ser devastadoras, tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, un accidente de coche por conducir bajo los efectos del alcohol, una sobredosis, un embarazo no deseado, una enfermedad de transmisión sexual o la adicción son riesgos muy reales. A largo plazo, estas conductas pueden afectar el desarrollo del cerebro, la salud física y mental, las relaciones interpersonales y el rendimiento académico. La adopción de hábitos poco saludables en la adolescencia a menudo se extiende a la adultez, con consecuencias como la dependencia del alcohol o las drogas, problemas legales o de salud crónicos.
El rol de los adultos: prevención y apoyo
Comprender las causas de las conductas de riesgo es el primer paso para poder prevenirlas. El rol de los padres y educadores es crucial. Se debe fomentar una comunicación abierta y honesta donde los adolescentes se sientan seguros para hablar sobre sus miedos, presiones y curiosidades. Es fundamental establecer límites claros y consistentes, pero también ser flexibles y negociar. Los adultos deben ser modelos de conducta positivos y ser honestos sobre sus propias experiencias, sin glorificar los comportamientos de riesgo.
La educación es una herramienta poderosa. Enseñar a los adolescentes sobre las consecuencias reales de sus acciones, sin sermonearlos, y equiparlos con habilidades de afrontamiento para manejar el estrés y la presión de grupo, es vital. También es importante fomentar un ambiente seguro y de apoyo en el hogar y la escuela, donde los adolescentes puedan participar en actividades significativas que fomenten su autoestima y su sentido de pertenencia, como deportes, arte o voluntariado.
Al reconocer que los adolescentes están navegando por una etapa compleja y vulnerable, podemos guiarlos para que tomen decisiones más saludables y seguras, permitiendo que su búsqueda de independencia y su sed de experiencias se canalicen de una manera constructiva, no destructiva, en Psicoterapia Integral Metepec estamos capacitados para asesorar y acompañar de forma individual o familiar a quien atraviese este tipo de situaciones, las conductas de riesgo en la adolescencia no deben ser juzgadas o castigadas sin una comprensión subyacente de sus múltiples causas. Abordarlas requiere una combinación de empatía, educación, comunicación y apoyo.
M.DPI. D.S. Alcalá S.